Background Image
Background Image

El pasado 11 de mayo fui invitado por la Coordinación de Derechos Humanos. Igualdad de Género y Asuntos Internacionales y la Casa de la Cultura Jurídica de La Paz, Baja California Sur a conversar sobre los estudios de género de los hombres, también llamados estudios de las masculinidades, y quisiera compartirles algunas breves reflexiones teóricas a partir de esa experiencia.

Desde hace algunas décadas, los estudios sobre cambio social (Giddens; 1992, 1995, 2003, 2005, 2007, Bauman; 2000, 2001, 2003, 2005, Touraine; 1995, 2001, Alberoni; 1979, 1986, 1992, Lipovetsky; 1988, Castells; 2000, Béjin; 1987, Connell; 2006 y Beck; 1986, 1995, 2001), nos dicen que las dimensiones de la vida cotidiana como la familia, el trabajo o las identidades y prácticas de hombres y mujeres han estado cambiando. En buena medida, esos cambios se deben a las transformaciones que han estado impulsando las mujeres en busca de una mayor equidad y no violencia en sus relaciones laborales y personales (Fuller; 1997, 2001, Viveros; 2006, Esteinou; 2004, 2008; Quilodrán; 1996, López y Salles; 2000, García y Rojas; 2002, Parrini; 2002, Arriagada;2002, Burín; 1999, 2007, Lagarde; 1997, Ariza y Oliveira; 2001, Jiménez; 2003, 2007, Núñez; 2007, Figueroa, Jiménez y Tena; 2006, Figueroa y Liendro; 1994 y Ponce; 2002). Sin embargo; aunque se documentan cambios como, por ejemplo, la creación de leyes que sancionan la violencia de género y la no discriminación, la participación de la mayoría de los hombres en la construcción de una mayor igualdad en la sociedad y en sus relaciones es aún poco clara.

La construcción de una sociedad más democrática no sólo en el ámbito público sino en el ámbito privado y familiar tiene como principal obstáculo, lo que Rawl Connell ha denominado como el modelo hegemónico de la masculinidad. Si bien, el concepto de hegemonía se lo debemos a Gramsci, es Connell quien lo actualiza para describir ese modelo hegemónico de la masculinidad como un modelo que afianza y configura una “dinámica cultural por medio de las cuales un grupo social (en este caso, los hombres) reclama y sostiene una posición de liderazgo dominante en una jerarquía social”, este tipo de arreglo influye en todos los ámbitos de la vida y tiene como principal idea la naturalización de mitos acerca de cómo deben de comportarse los varones y las mujeres, los cuales se construyen en una distribución de poder inequitativa en las relaciones humanas en donde resalta el dominio del hombre sobre otros hombres, mujeres y niños/as así como la subordinación de la mujer en una división sexual rígida y desigual.

Este modelo hegemónico de la masculinidad dificulta la expresión de otras formas de ser, sentir y asumirse como hombres en relaciones libres de violencia, con mayor participación en los trabajos del hogar y la crianza y cuidado de los niños y las niñas, por ejemplo. Solo basta mencionar que de acuerdo con Inegi (2012), en México, 75% del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado lo realizan las mujeres. Para el caso de la violencia de género, el Inegi reporta que el 66.1% de las mujeres han sufrido alguna vez en su vida agresiones de tipo sexual, física, laboral y emocional, y en lo que respecta a la violencia de género hacia personas LGBTTTI se tiene que entre el período del 2015-2017, 202 personas fueron asesinas en México por su orientación sexual, esto de acuerdo con la organización Asistencia Legal por los Derechos Humanos (ASILEGAL). Esta inequidad y violencia (en mayor medida ejercida por hombres) no sólo afecta la vida de mujeres, niños o niñas, personas LGBTTTI, sino también la vida y las posibilidades de mayor disfrute de los propios hombres.

Aunque ha habido avances en la construcción de una mayor igualdad y equidad entre las personas, lo cual pone en cuestionamiento a dicho modelo, el investigador Luis Bonino afirma que el poder de configuración de este modelo sigue intacto. Los avances recientes que se reportan en algunos estudios de género tienen que ver con pequeños cambios que empiezan a visibilizarse, pero que aún no se legitiman ni tampoco apuntan a una verdadera corresponsabilidad en el trabajo y cuidado doméstico, lo cual supondría una mayor cercanía afectiva y equidad, pero la pregunta a hacerse es ¿este incipiente acercamiento afectivo que reportan algunos varones está fuera del modelo hegemónico de la masculinidad?, ¿a qué modelo pertenece si consideramos que muchos de esos acercamientos aún siguen siendo ejercidos en posiciones del privilegio social?, para el entendimiento de esto, menciono un resultado del trabajo de campo de mi tesis doctoral, el cual es un informante que me decía: “yo si ayudo en el hogar ya que, a veces ayudo a mi mujer a cocinar o cuidar a los niños”, pero jamás limpiaba el baño, trapeaba o barría el piso, mucho menos cambiaba pañales, eso era “cosa de mujeres”.

El modelo al que refiere Connell y otros autores más, está referido no solamente hacia un asunto de justicia social, o de corresponsabilidad en el hogar y la familia, sino también es un tema de salud, esto de acuerdo con el investigador de El Colegio de México, Juan Guillermo Figueroa. Si comprendemos que en ese modelo a las mujeres se les dificulta la autonomía, la equidad y una vida libre de violencia, lo cual está asociada a una mayor carga de trabajo con repercusiones a su salud, entonces también tendríamos que ver lo relacional del género y comprender que a los hombres en ese modelo también se les exige y sanciona con su papel de eternos proveedores de la manutención del hogar y su familia, lo cual puede traer consigo grandes presiones económicas con repercusiones en su salud por cumplir con esas demandas, y sobre todo si el hombre es una persona responsable y cuando la mujer no tiene un trabajo remunerado y además, existen configuraciones de precariedad familiar. Esta naturalización de los roles tradicionales de género es un elemento central del modelo hegemónico de la masculinidad que aquí se describe.

Es importante recuperar una perspectiva de género que incorpore en su debate a esas expresiones masculinas llamadas en algunos contextos y, en esta generación, como nuevas masculinidades. Los reconocimientos hacia estas expresiones deben analizarse como parte de los temas del cuidado, la distribución diferenciada del poder y el uso del tiempo, así como en el contexto del diseño de políticas públicas integrales y focalizadas. La categoría del género es una herramienta relacional y que se apoya en la interseccionalidad de variables que aún tiene mucho que aportar en este sentido.

 

 


Galería

¿Nuevas masculinidades?

Ponemos a su disposición todos los archivos originales.
Para descargar las imágenes, favor de hacer clic en cada una de ellas.